¿Puede la literatura salirse de sí misma?
Mira este poema:
“Aquí en la Isla, el mar, y cuánto mar. Se sale de sí mismo a cada rato. Dice que sí, que no, que no. Dice que sí en azul, en espuma, en galope. Dice que no, que no. No puede estarse quieto. Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla. Entonces con siete leguas verdes, de siete trigos verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre.” Pablo Neruda.
Isidoro Blaisten dice: “La literatura debería salvarnos del mundo gobernado por la estupidez humana, del sinsentido. La literatura puede envolvernos como una pintura o un barniz o puede hundirse en el corazón. Puede ser los guantes o la piel. Una cosa es un literato, la otra es un escritor. Y para mí, indudablemente la literatura es la piel.”
De esta reflexión me tomo para justificar el hecho de que la literatura es la piel que nos envuelve y nos atrapa en sus redes, la que permite considerar la metáfora como la ropa visible de la creación, como la panacea para salvar el alma y transportar el sentimiento hacia latitudes donde ni siquiera puede filtrarse el viento.
“El cartero de Neruda”, obra que pertenece al escritor chileno Antonio Skármeta, pone en evidencia lo anteriormente expuesto. Si tuviera que definir en pocas palabras lo que descubrí en la lectura de este libro podría afirmar que es una ingeniosa e imaginativa meditación sobre las relaciones entre literatura y realidad, y un sensible relato de una pasión juvenil.
El propio cartero nos lleva a descubrir la instintiva necesidad de poesía, propia del hombre, que habita en medio de la risa, la amargura y las desilusiones. Nos permite desentrañar que cada ser humano manifiesta necesidad de superación, producto de las inquietudes internas que forjan nuestra identidad personal y social.
Puedo comprobar con placer que a través de la lectura de este libro, recupero mi propia experiencia personal, la necesidad que siempre tuve y que aún conservo de encontrarme cara a cara con la palabra, apropiándome del universo de las letras en cada espacio polifacético de la creación, donde puede uno permitirse un tiempo para buscar y otro tiempo para encontrar en la literatura, toda la luz necesaria a la hora de encender estrellas para sustentar la inspiración, iluminada de magia y de palabras.
Borges dice: “Uno inventa su propia historia. La literatura ya estaba, no es un invento nuevo, aquellos textos que a uno lo marcan y lo orientan en la dirección determinada, son los textos con los cuales está formada una biblioteca y con los que uno construye su literatura.”
La historia personal nos hace ver con la mirada puesta en el sol de la vida que todo nace en la profundidad del ser, como el agua en el corazón de la tierra, y sale a cada rato de uno mismo como lo hace el mar cuando se proyecta, se estira, enloquece, se prosterna, regurgita la espuma, se ahoga al horizonte...
Uno puede encontrarse en la luna del poeta/, abierta como frágil duraznillo de los campos/, o en la luna coronada por abejas/, que elaboran la miel de los amores. O en el campo, al amanecer / sobre la áspera pelambre de la tierra/ cuando cintilan aberturas de rocío,/ por allí el espectro de la luna/ recoge las hilachas de la noche...
Uno puede abarcar la grandilocuencia del agua: “joya universal”/ que lleva puestas/ las orquídeas naturales de la tierra. El agua-manantial/ de la corteza azul del oro en panes/ azul como el lino/ como el surco universal de la sed...
Seguiré recorriendo este camino a la luz de las estrellas, fruto de mi experiencia personal con la literatura , para mantenerlas encendidas dentro del trigo del recuerdo , para sembrar mi maravillosa locura sobre el brocal de los años, para saber que algún día los granos de trigo se convertirán a la vida, serán el paradero de pájaros y flores, podrán alimentar otras ansias de pan sobre la trenza madura de otros trigales en ciernes.
Indudablemente, Skármeta supo labrar en “El cartero de Neruda” el valor que encierra la literatura, la que nos permite conocer el porqué de su existencia a través de la relación que guarda con lo cotidiano, lo simple, lo culto, lo perecedero, nos sirve también para cambiar la visión del lector, abre nuevas perspectivas de lectura y reflexión; proporciona espacios de entretenimiento, ilumina zonas de la realidad que de otro modo permanecen a oscuras, es una brecha que deja entrar la luz del sol para que veamos cómo puede la literatura salir de su estructura y anclar en el corazón de los mortales.
“Me llamo mar repite en una piedra y no consigue convencerla.”
El mar del que habla Neruda se asemeja a la literatura, permite al hombre proyectar su voz, llevarla por infinitos caminos, donde será escuchada o rechazada, creída o ignorada, podrá ser frágil como la espuma, o como ella podrá diluirse en la arena de la banalidad, pero puede ser espuma que se mantiene adherida a la roca, aún a costa de nuevas incursiones de agua y huracanes, podrá o no llegar a corazones endurecidos por la indiferencia; sin embargo, a cada instante podrán apropiarse de ella, porque a cada instante puede salir de sí misma y llegar a la playa convertida en espuma o caracol para que todos escuchemos el sonido del mar...
Podrá decir que sí, o que no, oscilar, golpearse el pecho, besar, humedecer, treparse, pero siempre portará el sello de la creación, el aditivo de lo divino sin inmutarse, así seguirá llegando a la playa, con las alforjas cubiertas de algas , distorsionará las olas, rugirá en medio del océano, pero nadie logrará silenciarlo, como a la palabra, porque ella es la piel que nos recubre, es la sal que nos permite flotar en medio del mar, aún en los momentos más escabrosos de tormenta.
La literatura puede salirse de sí misma y enredarnos en su milenaria maraña, para que en un desordenado impulso, podamos también decir:
“Me traje del mar/ la piel asperjada de gaviotas/ la sangre azul en las mejillas/ el rezo de la espuma/ el idioma de los peces/ el parto masculino del sol/ el lacio color de los reflejos.../ (un paréntesis de luna/ acodado en el asombro de los ojos)/ Me traje la costa/ entre nudosas promesas de silencio/ Me abotoné la aurora/ aprendí a horadar/ sus vientos/ y a desleer misterios en la playa..."
Sería interesante y sano para contrarrestar los vaivenes de la vida diaria, creer que dentro de uno mismo, habitan infinidad de personas, de lugares y de situaciones; es apasionante despertar cada mañana con la certeza de que alguien implora nacer de tu entraña espiritual: un personaje amorfo, un sol oculto en la catedral del sueño, una caricia envuelta en la placenta del amor, un arrebato gestándose en silencio, un pájaro trenzando las venas de las nubes...
A veces, me siento un insecto en las garras de una araña. ¡Bendita araña la de la creación!
Lo importante es sentirse custodio de la perla de la creación, debe permitírsele salir de su propia ostra, multiplicarse, madurar, nadar libremente en el infinito océano del alma...
Particularmente, necesito sentirla junto a mí, es una reliquia que tenemos con Dios –a medias.
Esta urgencia de la vida solamente puede proyectarse a través de la literatura, salir de su propio molde; sino ¿cómo explica Pablo Neruda que la muerte vive dentro del sol de una cereza?
Elbis Gilardi
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